martes, 4 de octubre de 2011

Los "Derechos del lector", de Daniel Pennac

¡Hola a todos! Estoy encantada de poder participar en este maravilloso proyecto alrededor de los libros. Como primera entrada, me gustaría recordar que leer debe ser, ante todo, un placer, una búsqueda, una aventura...cuando se aleja de estas perspectivas es cuando no tiene sentido. Por eso aquí os dejo el fantástico "Decálogo del lector" de Daniel Pennac que era un compendio de las tesis que defendía en su obra Como una novela. Apliquémonoslo todos y seguro que nos irá mejor la próxima vez que cojamos un libro.
Los derechos del lector

Derecho a no leer. Leer no es una obligación. Hay que desearlo y tener el cuerpo y la mente preparados para ello, así que si no vamos a disfrutarlo, mejor no leer. Derecho a saltarse las páginas. ¡Cuántas veces hemos acelerado la lectura de un libro y nos hemos saltado páginas para ver si los protagonistas acababan juntos, quién se moría... Derecho a no terminar un libro. Si un libro no nos gusta... hay cientos esperándonos. Quizás no era el momento de leer ese libro, y quizás nunca lo sea. Derecho a releer lo ya leído y volver sobre lo mismo. Y añadiría, "derecho a aprenderse párrafos o frases de memoria", esas frases que nos impactan o ese capítulo del que no nos aburrimos. Derecho a leer cualquier cosa. Todo vale: revistas, cómics, ensayos, novela negra, cuentos, biografía, ensayo... El caso es leer. Derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual). Es decir, derecho a identificarnos con los protagonistas de las obras y creer que nos puede pasar lo mismo. Derecho a leer en cualquier parte. En la playa, en un bar, en una terraza, en el baño, en cama... en cualquier parte y a cualquier hora. Derecho a picotear varias cosas a la vez ¿Quién ha dicho que no se pueda combinar la lectura de un poema con la revisión de un cuento infantil, con una novela y con lo que se nos ocurra? Derecho a leer en voz alta. Casi nunca lo hacemos, y nos sorprendería ver cómo cambia un libro si se lee en voz alta. Derecho a callarse la opinión sobre lo leído. Porque las opiniones son peligrosas: podemos alejar a alguien de un libro, podemos no coincidir en gustos, podemos crear falsas expectativas...

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