O 25 de Novembro coma xa vén sendo habitual na nosa biblioteca tivemos os actos do "Día internacional para a eliminación da violencia contra as mulleres".
O EDNL do centro colocara previamente en puntos estratéxicos siluetas de mulleres asasinadas e dos seus asasinos, o Concello presentou a exposición dos carteis gañadores no concurso arredor do tema en varias convocatorias e a biblioteca colocara o seu enreixado de poemas.
No día de onte, varios grupos de alumnos percorremos estas performances facendo lecturas dunha selección de poemas en galego que denuncian a violencia contra as mulleres.
Nas voces dos adolescentes de 2º de ESO A e C quixemos que se puideran escoitar aos poetas e ás corenta e cinco mulleres asasinadas no que levamos de ano.
Nas voces dos adolescentes de 2º de ESO A e C quixemos que se puideran escoitar aos poetas e ás corenta e cinco mulleres asasinadas no que levamos de ano.
Violencia contra as mulleres from ANXOS RIAL on Vimeo.
E como agasallo a profesora Liliana Monetti quixo acompañarnos con este fermoso relato seu sobre o tema:
CUENTA REGRESIVA
Por Liliana Monetti
Diez.
Lo viste en un programa de televisión, hace poco. Decían que para evitar la
angustia -todos esos oscuros pensamientos que ensombrecen la vida-, una buena
terapia era pensar en diez cosas buenas que nos hayan pasado últimamente. Diez
experiencias sencillas y bonitas, desde que te levantas, hasta que te acuestas.
Pero tú no puedes pensar en diez, ni en cinco. Te cuesta encontrar apenas dos,
quizás una. Fugaces.
Nueve.
Haces cuentas y son nueve años ya. Un tiempo gris en el que el sueño inocente
de una joven se convirtió en la pesadilla asfixiante de una mujer, envejecida
por los insultos y la falta de libertad. Nueve años de de metamorfosis
retrógrada. La delicada mariposa se convirtió en gusano.
Ocho.
Ocho rosas amarillas fueron su último simulacro de arrepentimiento. Tú sólo
viste las espinas. Ahora, en penumbras, adivinas las hojas marchitas asomando
desde el cubo de la basura.
Siete.
Siete colillas y un humo espeso de tabaco amargo, dañino. Algún día dejarías de
fumar.
Seis.
Ésas fueron las ocasiones en las que te atreviste a acudir al médico,
avergonzada. Te pidieron que denunciaras pero nunca fuiste capaz. Hasta hoy.
Cinco.
Tu amiga cogió el teléfono y antes de que empezaras a hablar, advirtió tus
sollozos y te dijo que te recogería en cinco minutos. Cinco minutos que se te
hacen eternos, mirando el reloj al tiempo que escuchas las gotas de la lluvia
persistente golpear sobre la ventana. Cinco minutos no pueden ser tan largos.
Pronto estará aquí.
Cuatro.
De todas las fotos que había en la casa, tuviste tiempo de escoger unas pocas,
sólo cuatro. En una de ellas, estás con tu abuela, tu madre y tu niña, el día
de su nacimiento. Ese era quizás, el único pensamiento feliz que podías dibujar
entre tus recuerdos. Lo anotaste en una libreta pequeña.
Tres.
Con apenas tres años, la niña sonríe ajena a todo, con una sonrisa transparente
y una mirada tierna que te hace sentir mejor. Nunca pensaste en la palabra
invulnerable, porque no estaba en tu diccionario. Pero desde que ella nació,
pensaste que así era como tenías que sentirte. Tenías que esperar el momento
adecuado para eclosionar y renacer. Ser fuerte por las dos. Os quedaba toda la
vida para disfrutar juntas. Si lograbas tener una vida.
Dos.
Cerraste la maleta y escuchaste los dos “clac” sonando contundentes, como el
pistoletazo de salida de una dura carrera, como la nota perdida de una sinfonía
inconclusa. No pudiste evitar pensar en lo bien que habías hecho al comprarla,
aunque nunca hubieras podido viajar a ninguno de los sitios con los que
soñabas. Afortunadamente, los sueños no tenían fecha de caducidad.
Una.
Sólo una pregunta te venía a la cabeza. Por qué razón, si el que comete el
delito es él, la que tenía que huir era ella. No pretendiste encontrar
respuestas. Seguramente no las entenderías.
La
bocina del coche te despertó de tu letargo otoñal. Con la mano derecha, cogiste
a tu niña, aferrada a su muñeca preferida. Con la izquierda, intentaste agarrar
la maleta. Casi habías olvidado el dolor y los moratones que ocultabas bajo una
gastada camisa azul. Te estremeciste, pero no te quejaste. No mirarías atrás.
No hacía falta, nada había en esa casa que te provocara nostalgia.
Bajaste
la escalera, y antes de subir al coche, pudiste ver que uno de los carteles que
habían pegado hacía tiempo, colgaba medio deshecho, después de la última
tormenta. “Con el maltratador, tolerancia cero”, leíste. Así es como empezarías
de nuevo a vivir, de cero. Resurgiendo de entre los escombros de una casa que
nunca fue un hogar. Desplegaste tus alas de mariposa, sólo te quedaba volar.
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